Pensamientos de Marguerite Yourcenar

Os acercamos algunos fragmentos de Con los ojos abiertos (para más información, entrad en las fotografías), libro confeccionado a partir de una serie de entrevistas que Matthieu Galey, escritor y crítico literario de la revista francesa L’Express realizó a la escritora Maguerite Yourcenar, autora de Memorias de Adriano (uno de los libros a los que dedicaremos la próxima sesión del Club de Lectura, ya a la vuelta del verano). 

-¿A qué llama usted pasión? ¿Qué diferencia hace con el amor?

“La mayoría de la gente no ve una gran diferencia, para ellos la pasión es simplemente un grado más alto del amor. En un lenguaje más preciso, se podría decir que los dos sentimientos son casi el opuesto el uno del otro. En la pasión hay un deseo de satisfacerse, de saciarse, a veces de dirigir, de dominar a otro ser. En el amor, por el contrario, hay abnegación. En el momento en que escribía, mezclaba los dos. Describía unas veces el amor abnegación, otras veces el amor pasión, pero al fin de cuentas, la pasión pertenece más bien al orden de la agresividad que al de la abnegación».
«En los hombres, el amor abnegación es menos frecuente, porque el hombre siempre ha sentido que en el universo y en la vida había algo más que un gran amor».

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«Todo escritor es útil, o es nocivo. Es nocivo si es farragoso, si deforma o falsifica (aun inconscientemente) para obtener un efecto o un escándalo; si se acomoda sin convicción a opiniones en las cuales no cree. Es útil si ayuda a la lucidez del lector, lo desembaraza de timideces y de prejuicios, le hace ver y sentir lo que ese lector no hubiera visto ni sentido sin él».

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«Debemos tratar de dejar detrás nuestro mundo un poco más limpio, un poco más bello de lo que era, aun si ese mundo es un patio trasero o una cocina».

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[…] pienso que el problema social es más importante que el problema político, y que el problema moral es más importante que el problema social. Se vuelve siempre a la lucha entre el bien y el mal».

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«Las muchedumbres, rápidamente agitadas por un incidente cualquiera (Vietnam, Watergate, el drama de los rehenes de Irán, por ejemplo), vuelven a caer muy pronto en la inercia o en la minúscula preocupación por sus asuntos».

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«Me digo con frecuencia que si no hubiéramos aceptado, durante generaciones, ver a los animales asfixiarse en los vagones jaula, o quebrarse las patas, como les ocurre a tantas vacas o caballos, enviados al matadero en condiciones absolutamente inhumanas, nadie, ni siquiera los soldados encargados de escoltarlos, hubiera soportado los vagones precintados de los años 1940-1945”.

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 «[…] está siempre ese aspecto conmovedor para mí, del animal que no posee nada, salvo su vida, que con tanta frecuencia le arrebatamos. Está esa inmensa libertad del animal, encerrado por cierto en los límites de su especie, pero viviendo, sin más, su realidad de ser, sin todo lo falso que le agregamos a la sensación de existir».

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